Actualidad

12, Enero 2021

Los cuerpos y la opinión que resta

¿Hasta dónde aguantan nuestros cuerpos? ¿Qué impacto genera en la vida cotidiana la presión corporal? La mala costumbre de opinar de todo y de todos se intensifica cada vez más y cala hasta el fondo de lo emocional.

Argentina es el segundo país del mundo con más casos de trastornos alimentarios, una gran parte se relacionan con la belleza.

Vivimos bajo una mirada pública y virtual que tiene de fondo un ideal de belleza hegemónico.  Esto, en cierta forma,  puede hacernos pensar que estamos habilitados a una libre opinión dañina y nada empática, que se potencia aún más en el ambiente de las redes.

Distintos movimientos y colectivos sociales están rompiendo con estas estructuras, las personas estamos configurando modelos más conscientes alrededor de los cuerpos; sin embargo está acción de comentar -de forma negativa o positiva- sigue dominando y afectando, principalmente, a las mujeres; haciéndonos recaer como comunidad en lugares a los que no deberíamos volver.

Los estereotipos y la presión corporal, la mirada y opinión del otro, son las principales causas de los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia; se asocian al estrés y ansiedad así como también generan una percepción personal distorsionada.

La Argentina es el segundo país a nivel mundial con más casos de anorexia. Una gran parte de las causas de bullying que sufren niñas y adolescentes están relacionadas con la belleza.

Haters o no, con onda o con maldad; la opinión que provoca incomodidad más aún en niñas y adolescentes que están creciendo y experimentando, resta y para nada suma. Porque el cuerpo de otra persona no es opinable para los demás, porque no podemos decirle a nadie qué hacer o cómo sentirse con su propio cuerpo. Normalizar la costumbre o la posibilidad de referirnos al cuerpo puede ser más perjudicial de lo que creemos y vemos.

Sabemos que el concepto de belleza es subjetivo, sin embargo siguen teniendo fuerza los cánones que determinan lo que debe ser de una manera y no puede ser de otra. Las reglas de lo hegemónico ya se están rompiendo, pero para seguir generando una transformación es importante educar, cuestionarnos, saber decir ‘está mal’, tener una actitud activa, visibilizar, para no ser indiferentes ante este tipo de violencias.

La cultura del respeto, a través del lenguaje y el sentido común, así como el acompañamiento institucional, son vitales para garantizar cuerpos, decisiones y vidas realmente libres.

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