12, Enero 2021
El cuidado: un derecho y desafío inmediato
En América Latina y particularmente en Argentina, se viene gestando la necesidad de una nueva corresponsabilidad en torno al cuidado. Esta demanda, indica que los actuales modelos de organización de la vida familiar y laboral van camino hacia una redistribución igualitaria en las tareas de cuidado; temática que ocupa un lugar destacado en la agenda pública.
Natalia Gherardi es Abogada, Docente y Directora Ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), una organización dedicada a promover la igualdad de género y los derechos de las mujeres a través de políticas públicas y el acceso a la justicia.
Desde ELA, profesionales de distintas disciplinas trabajan para identificar desigualdades, las brechas en el cumplimiento de las leyes que proponen la igualdad de géneros y realizan acciones de incidencia social y política para promover cambios positivos en la sociedad.
Los cuidados son una problemática que trae aparejadas grandes desigualdades en la participación laboral y económica de las mujeres. Tal como expresa Natalia, “hoy los cuidados son mayormente absorbidos por las familias y dentro de estas, son asumidos en gran medida por las mujeres. El tiempo de las mujeres está sujeto a mayores tensiones y demandas, que impactan en su propia inserción laboral y sobre todo en las posibilidades de sostener trayectorias laborales. La intermitencia en estas trayectorias y las características que asume -en Argentina las mujeres están sobrerrepresentadas en trabajos de medio tiempo, informal y peor remunerado- tiene un impacto fuerte en su autonomía económica y en su bienestar presente y futuro”.
“Se habla de tres grandes pilares del cuidado: tiempo para cuidar que refiere a las licencias, dinero como transferencia de ingresos o reconocimientos dinerarios y servicios para el cuidado, es decir, infraestructura para garantizar el acceso a políticas públicas”.
En Argentina y en el mundo, las encuestas de uso del tiempo muestran que las mujeres dedican el doble de tiempo al trabajo de cuidado que los varones, quienes tienen las mismas responsabilidades. De forma simple y clara, la Directora Ejecutiva de ELA nos explica que “cuando hablamos de cuidado nos referimos a ese universo enorme de tareas que suceden todos los días, muchas veces sin que nadie se dé cuenta cómo suceden. Por eso se habla de “trabajo invisible”, aunque en realidad es un trabajo muy concreto que demanda tiempo y esfuerzo”.
Y agrega: “El cuidado involucra acciones directas (brindar cuidado de manera directa a otras personas, en particular en la primera infancia y a personas mayores que pueden requerir más acompañamiento para ciertas tareas) pero también acciones dirigidas a gestionar el cuidado (coordinar o supervisar el trabajo de cuidado que hacen otras personas); así como también asegurar las precondiciones para el cuidado (hacer las compras de alimentos para que se pueda cocinar, procurar que haya productos de limpieza para mantener el hogar, etc.)”.
Según la publicación ´Los desafíos del cuidado en el regreso gradual a los espacios laborales ́ realizado por ELA y UNICEF Argentina tanto en hogares con jefatura masculina como femenina, los mayores porcentajes de tareas y participación son de mujeres. La cultura que naturaliza esto como algo propio de lo femenino sigue en pie, y a pesar del contexto que encuentra a muchos hogares con la presencia de ambas partes, los números no han cambiado.
“Durante la pandemia la mayor presencia de muchos varones en sus hogares y las horas de convivencia con hijas e hijos ayudó en muchos casos a hacer visibles la intensidad de la demanda de cuidado no solo en primera infancia sino también en la acentuación de la dependencia de las personas mayores para realizar ciertas actividades. Si bien esto dio a muchas personas la oportunidad de compartir y distribuir de otras maneras las tareas de cuidado, lo cierto es que la transformación de las pautas culturales lleva tiempo y un trabajo continuo”, explica Gherardi.
Las consecuencias que genera la distribución del trabajo del cuidado no remunerado y los actuales modelos de organización de la vida familiar y laboral impactan de forma diferente de acuerdo con las distintas realidades socioeconómicas, siendo más graves en mujeres de menores recursos que no cuentan con la posibilidad de acceder a servicios de cuidado en el mercado e invierten más tiempo en estas actividades.
“Las ‘Encuestas de Uso del Tiempo’ que se hicieron en Argentina (en la Ciudad de Buenos Aires en 2005 y 2016, en Rosario en 2010 y a nivel nacional en 2013) muestran que las mujeres dedican en promedio el doble de tiempo al trabajo no remunerado de cuidado que los varones: 6,4 horas las mujeres versus 3,4 horas los varones”, aporta la abogada.
“Según los datos de la Ciudad de Buenos Aires (2016) las mujeres del primer quintil de ingresos dedican 7.32 horas al trabajo para el mercado mientras que las mujeres del quintil de mayores ingresos dedican 8.19 horas. Sin embargo, las diferencias entre ellas se multiplican cuando analizamos el tiempo que dedican al trabajo no remunerado de cuidado: las mujeres del primer quintil de ingresos (el 20% de mujeres más pobres) dedican 7.07 horas diarias al trabajo no remunerado de cuidado mientras que las mujeres más ricas dedican la mitad de ese tiempo, 3.18 horas”, agrega.
La agenda pública marca un grado de urgencia en dar visibilidad a estas situaciones y en trabajar por una redistribución más justa de las tareas de cuidado, donde se haga foco en las desigualdades entre los géneros.
Desde su mirada y con una importante experiencia en el campo, Natalia nos pone en contexto y expresa que “el Estado tiene la gran responsabilidad de diseñar e implementar las políticas públicas desde una perspectiva universal y un enfoque de derechos. Esto significa pensar y conceptualizar el cuidado como un derecho que les corresponde a todas las personas, independientemente de su situación laboral o lugar de residencia”.