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12, Enero 2021

Chocolate, manjar ancestral

Estamos acostumbrados a escuchar sobre los grandes beneficios que tienen alimentos como las verduras, las hortalizas y las frutas. Sin embargo, existen otros productos que para sorpresa de muchos encierran grandes propiedades. Desde hace ya más de tres mil años disfrutamos del chocolate, y hoy los invitamos a introducirnos en el mundo de este afrodisíaco natural y a activar los sentidos, para disfrutar del milenario regalo de los dioses.

Chocolate, chocolat, coccolato o shokoland; argentinos, portugueses, italianos y alemanes; todos saborean este manjar con la misma pasión. Con una importante presencia en cada rincón del mundo, no hay persona que no haya sentido este exquisito sabor disolviéndose en su boca.

Según la mitología Maya, el cacao era un alimento divino que el Dios Kukulkán le entregó a la humanidad después de su creación, creyendo que las vainas del árbol de cacao eran regalos prodigiosos hacia los hombres. Así, bajo los hechizos del aroma y sabor que todo lo invade, desde aquellas degustaciones en Centroamérica, pasando por los viajes de Cristóbal Colón que llevaron el cacao en toda Europa, hasta la bebida adorada por el reinado francés, el chocolate, en todas sus variantes, fue adoptado por el mundo entero y ganó un lugar indiscutido entre los placeres terrenales.

Negro, blanco, amargo, semi-amargo o con leche; suave o intenso, distintas son las combinaciones que existen de acuerdo al origen, el secado y el tostado del grano, como así también a su forma de prepararlo o acompañarlo, ofreciendo infinitas variables y notas de sabor y generando nuevas experiencias para los paladares más exigentes.

Miralo, tocalo, rompelo, sentílo

Al chocolate hay que tratarlo como a los buenos vinos; descubrirlo, degustarlo, saborearlo, disfrutarlo y dejase atrapar por él.

Catar un buen chocolate puede transformarse en un placer para los cinco sentidos. Por eso, invitamos a los amantes del chocolate a que disfruten de probar y conocer propuestas diferentes, a través de un viaje sensorial, en el que nuestros sentidos serán los protagonistas.

Al chocolate hay que tratarlo como a los buenos vinos; descubrirlo, degustarlo, saborearlo, disfrutarlo y dejarse atrapar por él.

La mejor forma de catar chocolate es en un ambiente relajado, con el fin de poder potenciar nuestras percepciones, para encontrar nuestro favorito. Aquí, la primera impresión es muy importante, por lo que debemos estar atentos al aspecto general, principalmente el color, la estructura y el brillo. Cada cacao tiene un tono característico, por lo que, de acuerdo a la combinación utilizada, vamos a observar tonos amarronados, rojizos, o casi negro.

Primero debemos sentir la superficie del chocolate con la yema de los dedos, si es suave, rugosa o granulada. Esto nos permitirá anticiparnos a la sensación gustativa que vamos a experimentar. Un buen truco para evaluar su nivel de calidad es colocar el chocolate unos segundos en la palma de la mano y tocarlo suavemente.

Luego, llega el momento de experimentar su sonido. Cerca de tu oreja, rompé el chocolate, y poné atención en el ruido que produce su quiebre; que puede ser tenue o crujiente.

Con toda esa información, le damos paso al sentido del olfato, para percibir los aromas que desprende. Podés inhalar su esencia sujetando una pieza directamente bajo la nariz o mientras el chocolate se derrite exhalar por la boca e inhalar por la nariz para captar todo su perfume.

Sin lugar a dudas, la parte más intensa en la cata de chocolate es ese maravilloso momento donde dejamos que una pieza se derrita lentamente en la boca hasta tomar contacto con nuestras papilas gustativas, para así sentir esa explosión de sabor.

Esta práctica —no apta para los ansiosos—, nos permite conseguir una profunda percepción de este riquísimo alimento y lleva su tiempo incorporarla, pero ¡sí que vale la pena intentarlo una y otra vez!

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