12, Enero 2021
Natalia Mazzei: “Hay que dejar de pensar que la crisis climática es algo del futuro”
María Natalia Mazzei, conocida como Ecointensa, es abogada, comunicadora ambiental y autora del libro Una vida sustentable. Con ella conversamos sobre cómo ser más amigables con el ambiente y los cambios que deben darse para la preservación de la vida en la Tierra tal cual la conocemos.

“El cambio climático existe porque ya estamos viendo sus consecuencias, tenemos que dejar de pensar que es algo del futuro”, dice, sorprendida e indignada por tener que enfrentarse, todavía hoy, al negacionismo ambiental.
Aunque reconoce que los cambios individuales no alcanzan frente al sistema de producción actual para contrarrestar el deterioro del ambiente, apuesta por la generación de una conciencia colectiva que termine por transformar la manera en la que concebimos y habitamos el mundo: “Vale la pena hacer esos cambios porque tienen que ver con ser coherentes con el deseo de habitar el planeta de una manera sana”.
— ¿Qué es exactamente ser sustentable?
— Es imposible ser una persona 100% sustentable. El solo hecho de existir y de vivir genera un impacto ambiental porque tomamos constantemente cosas de nuestro entorno. Pero ser sustentable como elección de vida es justamente mirar la vida desde ese lugar. Tenemos en nuestras manos la capacidad de dañar al ambiente lo menos posible, de reducir nuestro impacto ambiental y de tomar decisiones más conscientes para que nuestro consumo no implique un deterioro del entorno, de la naturaleza, de los animales, de los recursos.
— ¿La sustentabilidad solo es posible si es colectiva?
— Sostener un cambio desde lo individual es muy difícil. Hay una dicotomía que se plantea muchas veces en el ambientalismo, y es que si valen la pena los cambios individuales frente a los desmontes, frente a la contaminación de los ríos que provocan las grandes empresas, si vale la pena que hagamos tanto esfuerzo en casa para no comer carne, o separar residuos o evitar plásticos de un solo uso.
Yo creo que sí vale la pena hacer esos cambios, porque tienen que ver con ser coherentes con el deseo de habitar el planeta de una manera sana. Y que esos cambios individuales siempre tienen la capacidad de escalar y necesitan encontrarse en comunidad para pensar soluciones creativas y que lleguen a otras esferas, como las empresas o los gobiernos, para tratar de lograr un cambio a nivel social, cultural y normativo.

— ¿Cómo está Argentina en cuanto a políticas sustentables?
— En términos normativos, estamos bastante bien porque tenemos muchas leyes que protegen el ambiente. Tenemos una Ley General del Ambiente, tenemos una Ley de Bosques Nativos, tenemos una Ley de Glaciares, suscribimos al Acuerdo de Escazú, suscribimos al Acuerdo de París y estamos comprometidos con el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030.
Pero hay un problema histórico y un problema nuevo. El problema histórico es que muchas de las leyes no son suficientes para preservar el bien jurídico que buscan proteger. Por ejemplo, a la Ley de Bosques Nativos le falta financiamiento, sigue habiendo incendios forestales, sigue sin estar del todo determinado cuáles son bosques nativos y cuáles no.
El problema actual es que quienes nos gobiernan no creen en el cambio climático y eso tiene un montón de consecuencias. Esa postura pone en riesgo los avances que se pudieron lograr desde el poder legislativo. Hoy, hacia donde estamos yendo, no hay compromiso con el cuidado del ambiente.
— ¿Es compatible el modelo de consumo actual con un modo de vida más amigable con el ambiente?
— El nivel de consumo que impera a nivel global hoy en día no es compatible con un modo de vida sostenible. De hecho, está muy vinculado al modelo de producción, que es el que nos lleva a la crisis climática en la que nos encontramos.
Hay un cambio cultural que tiene que darse. Mientras sigamos pensando que podemos consumir y que tenemos que aspirar a tener todo el tiempo ropa nueva, tecnología nueva, autos nuevos, difícilmente vamos a poder hacer frente al desafío que tenemos por delante, que es la crisis climática. Tenemos que entender que no es posible esa vida lujosa a la que aspiramos sin dañar irreversiblemente a la Tierra.
— En 2023, el Secretario General de la ONU, António Guterres, dijo que el colapso climático ya empezó, ¿qué se puede hacer?
— Las consecuencias del cambio climático ya están sucediendo, no se trata de algo del futuro. Lo que tratamos de hacer desde el ambientalismo es generar conciencia para que se entienda que el cambio climático es una realidad, que es urgente tomar acción y que de eso depende que podamos seguir habitando la Tierra de una manera más o menos parecida a la que conocemos.
No sabemos exactamente cuál es la próxima consecuencia del cambio climático que vamos a vivir. Lamentablemente, esa incertidumbre hace que mucha gente todavía no tome conciencia y que no se tomen las medidas que hay que tomar de manera urgente, principalmente reducir la emisión de gases de efecto invernadero y liberarnos de la dependencia del uso de combustibles fósiles.
“No hay argumento científico que pueda sostener el negacionismo climático”
— ¿Hay un crecimiento del negacionismo climático?
— Sí, se ve mucho en redes sociales y está muy avalado por la postura del Poder Ejecutivo. Eso hace que la gente se sienta mucho más liberada para salir a decir cualquier cosa. No hay argumento científico que pueda sostener el negacionismo climático. El cambio climático existe, la ciencia apoya y avala esa teoría, y lo otro es simplemente una mentira.
¿Por qué existe el cambio climático? Porque ya estamos viendo sus consecuencias, porque los registros muestran el aumento de temperatura desde la era industrial… Eso nos muestra que ese aumento de temperatura no es natural, sino que está absolutamente atravesado por la actividad humana, por la quema de combustibles fósiles, por nuestra forma de producción.

— ¿Qué es lo que más te gusta de ser activista y comunicadora ambiental?
— Disfruto un montón comunicar, siento que es algo que me surgió naturalmente. Soy abogada y me había dedicado siempre a eso, pero al mismo tiempo, mientras estudiaba derecho, estudiaba teatro y hacía danza. Tuve una formación muy fuerte en lo que es la expresión corporal y a través de la comunicación pude mezclar esos mundos.
Y me gusta también sentir que estoy aportando algo al mundo. Creo que me sale bien y que la gente valora eso, que encontré una manera de comunicar que es accesible para todos, que trato de hablar sencillo para que la mayor cantidad de gente pueda entender sobre la crisis climática y tomar conciencia.
— ¿Y lo que más te asusta?
— La violencia en redes sociales. La sufrí mucho cuando empecé a posicionarme políticamente y a mostrar los peligros que había detrás del negacionismo climático. Cualquiera sale a decir cualquier cosa porque está detrás de una computadora; me indigna, es la parte fea de las redes sociales.
— ¿Podrías hacer una lista de cinco hábitos para generar menos impacto sobre el ambiente?
— Yo recomiendo siempre separar residuos: plásticos, papeles, cartones, metales y vidrios son reciclables. Hay un montón de formas de gestionar esos residuos, es cuestión de buscar información y hacerlo.
Otra cosa que recomiendo es separar los residuos orgánicos y compostarlos. Se puede compostar en un pozo pequeño, en una compostera o, como hago yo, en dos baldes de pintura.
Otro, es reducir el consumo de plásticos descartables. Las dos cosas más básicas que podemos hacer son llevar bolsas de tela para hacer las compras y también usar botellas reutilizables, así se ahorra mucho plástico.
Otro cambio sería reducir o eliminar el consumo de carne porque la industria ganadera tiene un gran impacto ambiental. Tenemos que reemplazar la carne por productos de origen vegetal como legumbres, frutas, verduras o cereales para que nuestra alimentación tenga una huella de carbono menor. Obviamente, consultar con un nutricionista y todo lo que sea necesario, pero se puede comer rico, sano y sin dañar tanto al ambiente, teniendo una alimentación con menos derivados de animales en los platos.
El último consejo que daría es informarse, que nos empiece a importar este tema. Leer y enterarse de lo que está pasando para empezar a hablar de esto en casa, en el trabajo, con amigos y que pase a formar parte de nuestra agenda. Porque así, en algún momento, se va a traducir en nuestro consumo y en un mensaje que les damos a las empresas y a nuestros gobernantes.