Saludablemente

12, Enero 2021

Cosmeticorexia: cuando la estética se convierte en una obsesión

Es una situación cada vez más frecuente en la era de las redes sociales y los estándares de belleza idealizados. Adolescentes obsesionados/as por utilizar y comprar productos y cosméticos para su piel como sérums con retinol, con ácido hialurónico, contorno de ojos o cremas anti-edad. Esta manía se traduce en un trastorno psicológico no tan conocido en la sociedad: la cosmeticorexia

La cosmeticorexia es la obsesión por alcanzar la perfección estética a través del uso excesivo o compulsivo de productos cosméticos. La persona se obsesiona con defectos percibidos en su apariencia física, particularmente en la cara, pequeños detalles como arrugas leves, poros dilatados o irregularidades menores en la piel.  

Las consecuencias causan preocupación. La cosmeticorexia puede ocasionar:

  • Comportamientos compulsivos: pasar horas frente al espejo examinando y corrigiendo las supuestas imperfecciones; someterse a procedimientos cosméticos no recomendados para la edad.
  • Impacto en la salud mental: experimentar baja autoestima, niveles de angustia emocional, ansiedad y depresión por la insatisfacción con la apariencia propia.
  • Complicaciones físicas: alteraciones y patologías en la piel como irritaciones, dermatitis, quemaduras, acné o sensibilización cutánea.
  • Aislamiento social: dificultad de mantener relaciones interpersonales y de participar en actividades sociales.

La adicción de los/as adolescentes a la compra y uso de cosméticos puede generar consecuencias no sólo físicas, sino también a nivel mental.

Cómo abordar la obsesión

Los profesionales recomiendan abordar la cosmeticorexia desde un enfoque integral, combinando educación, comprensión emocional y fomento de una visión positiva de sí mismos.

En este proceso, el papel de padres, madres y/o cuidadores resulta fundamental. Se recomienda:

Apoyar y ayudar a los/as adolescentes a valorarse a sí mismos.

Fomentar el diálogo, escuchar y contener sin juzgar.

Promover la autoestima, la autoaceptación y el amor propio.

Enseñar con el ejemplo algunas costumbres y hábitos saludables.

Proporcionar información precisa sobre el cuidado de la piel.

Buscar ayuda profesional (dermatólogos, psicólogos, psiquiatras).

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