12, Enero 2021
Redes sociales y pantallas: una mirada a un universo problemático y en expansión
Ana Fischer es licenciada y profesora en Comunicación Social, escritora y experta en “crianzas ciberseguras”, como ella lo define. En esta entrevista nos da su punto de vista sobre estos fenómenos de la digitalidad, sus características, consecuencias y formas de abordarlos.
¿Por qué nos atrapan tanto las pantallas?
“La palabra ´atrapar´ es curiosa. No decimos ´¿Por qué nos conectan tanto las pantallas?´, sino nos atrapan, que remite a algo que me captura y de lo que no puedo escapar.
Esto no es una casualidad, ya que los diseñadores tanto de los dispositivos como de las distintas plataformas trabajan para que estemos cada vez más tiempo comprometidos con lo que estamos haciendo en las pantallas y llamando a más amigos para que se sumen a estas. El problema es que todos tenemos tan solo 24 horas al día y una sola vida. A este diseño se le llama ´persuasivo´ y está basado en lo que Tristan Harris, un reconocido tecnólogo, denomina ´economía de la atención´.
Cada red social compite para hacer sus diseños y sus algoritmos más precisos para mostrarnos exactamente aquello que nos mantendrá atrapados y comprometidos. Estas plataformas necesariamente necesitan competir entre sí, pero también compiten para que estemos atrapados a la hora de comer con nuestra familia, al momento de pasar un tiempo con nuestra pareja, o simplemente al momento en el que deberíamos dormir”.
Hablar de uso excesivo o compulsivo de Internet no debería considerarse como una adicción, sino como un uso problemático. ¿Es la mejor manera de entender esta problemática?
“Las personas solemos utilizar el término ´adictivo´ para referirnos a muchas cosas, tales como adictos al café, al mate, o al trabajo. Sin embargo, cuando decimos que nuestro hijo o hija ´es adicto´ inmediatamente desencadenamos una serie de sentimientos de culpa, frustración, vergüenza. Entonces es preferible hablar de uso excesivo o problemático porque no ponemos el foco en el ´es´ sino en el ´uso´.
La mejor manera de entender esto no es únicamente poniendo el foco en la persona que hace un uso excesivo, a la cual podríamos decirle: ´Solamente tenés que dejar las pantallas´. Tenemos que entender esto como parte de distintas capas de responsabilidad que atañen, por un lado, a las empresas que conscientemente están involucradas en una carrera por nuestra atención, sostenidas por un modelo de negocio extractivo en el cual el tiempo y la atención de las personas es lo que se vende. Por otro lado, tenemos a los organismos internacionales y nacionales de salud que deben tomar medidas de regulación”.
El alto consumo de Internet y redes sociales provocó un rechazo unánime al aburrimiento y aumentó la ansiedad. ¿Por qué le tememos tanto a estar aburridos?
“El aburrimiento cumple una función fisiológica, es una especie de termómetro interno que nos motiva a transformar el aquí y ahora. Es una antesala para la creatividad, el movimiento, el juego, el encuentro con otro.
Cuando estamos ante un uso problemático de pantallas, el aburrimiento podría ser un indicador de abstinencia. Estamos ante una baja de dopamina y una dosis alta de cortisol y adrenalina en sangre. Lo que llamamos ´aburrimiento´ en un uso problemático podría tratarse en realidad abstinencia y síntoma de lo que en adicciones se llama tolerancia. Cada vez necesito más estímulos para sentir placer.
Es por esa razón que cuando estamos ante un uso problemático, una característica es que las personas no disfruten hacer cosas que antes sí disfrutaban y que ninguna de las opciones que ofrecemos a niños o niñas son tan interesantes para ellos como las pantallas”.
“El peor efecto de las pantallas es la desconexión sistemática sostenida en el tiempo”
El consumo de pantallas, ¿es más nocivo para las infancias o para los adultos?
“Los seres humanos somos una especie que estamos preparados neurobiológicamente para conectarnos. El peor efecto de las pantallas es la desconexión sistemática sostenida en el tiempo. La desconexión nos lleva a estados mentales y corporales de hiperalerta y a estar en un modo reactivo de defensa permanente. Por lo tanto, naturalizar esta desconexión es nocivo para la humanidad.
La diferencia entre adultos y las infancias es que no le permitimos al sistema nervioso de niños o niñas entrar en los estados de seguridad que les brinda la conexión social real y el juego no estructurado que son tan necesarios en su desarrollo. El efecto cascada es una de las discusiones actuales. En lo personal, prefiero confiar en que estamos en un periodo de transición en el que vamos a encontrar la solución para volver a nuestro principal recurso, que es la conexión, la resiliencia y el amor”.
¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra vinculación con las pantallas?
“Charly García dijo hace un tiempo que dejar el telefonito es revolucionario. Un pequeño acto de resistencia y transformación es, al menos, por momentos, permitirnos cada día, apagar y sacar de la vista todas las pantallas y compartir las comidas, conversando o acostarnos cuando estamos cansados en vez de seguir 2 horas más consumiendo redes sociales.
En resumen, tenemos que prestar más atención a lo que estoy necesitando ahora realmente. En el mundo ya hay muchos movimientos de tecnólogos que están trabajando en otro tipo de diseños para que no quedemos atrapados y potenciemos nuestras fortalezas humanas”.