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12, Enero 2021

Fabricio Ballarini: “Hay que ganar espacios para la divulgación”

Es uno de los divulgadores científicos más reconocidos del país y armó una comunidad de más de 140 mil seguidores en redes. En diálogo con Vida & Salud, cuenta su percepción sobre la necesidad de difundir información con sustento y creatividad.

Las redes y la tecnología abrieron las puertas a creadores de contenido de todo tipo. Esto aplica a ámbitos de lo más variados, y la ciencia, no fue excepción. Fabricio Ballarini es uno de los divulgadores científicos más conocidos, principalmente por millennials y centennials.

Es licenciado y doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), con postdoctorado de la facultad de Medicina, e investigador del CONICET, y el currículum podría seguir.

Casi de casualidad llegó a los medios y encontró un espacio vacante y necesario que, considera, aún falta ocupar.

El autor de Rec (Sudamericana, 2014) prácticamente no responde a Vida & Salud sobre un tópico sin sustento científico o académico. Pionero en hablar sobre el cerebro, la neurociencia, la memoria y los recuerdos nada menos que en un medio masivo como la radio de la mano de Mario Pergolini, lo relata de forma que se vuelva, “algo comunitario”.

Según sostiene, en ese momento le picó “el bicho” de la divulgación, y permaneció casi 10 años al frente del ciclo “Científicos Vorterix”, que llegó acompañado de muchos nuevos formatos y presentaciones. “Las redes sociales han potenciado los espacios y, no sé si se puede medir exactamente, pero en otros países hay muchos divulgadores de distintas áreas. También creció el interés, se hizo más popular, cuando yo estudiaba prácticamente no había muchos conocidos”, apunta.

La importancia de la divulgación, en épocas de fake news

En este sentido, reflexiona acerca de la importancia que, en épocas de sobreinformación y fake news, tienen las voces científicas. “Hay que combatirlas de forma rápida, con buena información y además, ganar espacios, que si no lo hace la comunidad científica o periodistas que se dediquen a la divulgación, los van a ganar otras personas con ganas de desinformar”, asegura.

Sin embargo, Ballarini admite que no es un campo sencillo. “Para la comunidad científica es complicado. No estamos formados para divulgar, sino para hacer método científico, sacar papers, ir a congresos. Entonces cuando te enfrentás a ese mundo des- conocido lo hacés con miedo”, dice.

“Y lo mismo pasa con las redes sociales, que forman un universo muy violento, por lo cual, a veces perdemos. Nos vence esa violencia y retrocedemos un poco en las intenciones”, considera.

Como parte de este propósito creó “Educando al Cerebro”, una asociación civil sin fines de lucro que propone transformar la información científica en contenido más “comunitario”, que llegue a todos. “Hace unos años habíamos planteado una frase: ‘más ciencia, más libertad’, es decir, cuanto más conocimientos tengas, más libertad para tomar buenas o mejores decisiones”, explica.

Entre el cerebro, la memoria y la tecnología

Ballarini, centró sus estudios en el cerebro, y específicamente su investigación en los mecanismos moleculares de la memoria y su impacto sobre el aprendizaje. Si bien suena abstracto, él explica con naturalidad que nuestros recuerdos son de alguna manera “moldeables”, que la memoria no es infinita, y que se “enciende” desde que damos los primeros pasos.

Hoy, con el advenimiento imparable de la Inteligencia Artificial (IA) también cabe preguntarse cómo podría colaborar, o no, en los procesos mentales. “Lo que se observó es que la tecnología muchas veces no ayuda a guardar recuerdos. De hecho, nosotros hacemos un tipo de memoria que se llama transitiva y depositamos un poco de los recuerdos en el celular, en la nube”, considera Ballarini.

“Así que es muy probable que, cuanto más le cedamos a esa tecnología, a internet, un archivo externo o a una IA, vamos a tener una forma distinta de guardar recuerdos. De hecho, ya las tenemos, aunque no nos demos cuenta. Pero todavía no sé cómo puede afectar puntualmente a la memoria, si modificarla o mejorarla, o no”, agrega.

“La tecnología muchas veces no ayuda a guardar recuerdos. De hecho, depositamos un poco de los recuerdos en el celular”

El amor, también cuestión cerebral

Ballarini se introdujo también en temáticas que socialmente tuvieron una repercusión más que exitosa. Como ocurre con el amor, el tópico que eligió para llevar a su más reciente espectáculo “Inolvidable, casi todo lo hacemos por amor”, que presentó en Argentina y en el exterior.

“Genera intriga porque todos en algún momento de nuestra vida vamos a sentir amor, desamor, vamos a querer olvidar”, cuenta. “Entonces, develar qué le pasa al cerebro en todas esas instancias genera curiosidad”, explica el científico.

“Ese rasgo social, ese comportamiento de estar muy juntos, porque los humanos amamos estar en sociedad -más del 80% de la población vive en grandes ciudades- surgió hace miles de años como un rasgo evolutivo”, aporta. “Y gracias a ese proceso se formaron familias, grupos de personas, sociedades, y ciudades. No solo hablamos del amor romántico, sino a la música, a la vocación, a una camiseta de fútbol. Me maravilla pensar que esa mutación, esos genes que cambiaron de forma azarosa nos han traído hasta acá”, dice.

Y, en relación con el espectáculo, resume: “Me fascina porque hablo de ciencia, sobre un tema completamente distinto al que trabajo y que nos atraviesa a todos”.

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