12, Enero 2021
El arte japonés de sanar heridas emocionales
La vida nos enfrenta a desafíos en múltiples ocasiones, a través de pérdidas, desilusiones y fracasos. Sin embargo, es esencial aprender a sanar y aliviar el dolor que estas situaciones pueden causar.
En Japón, existe una antigua técnica artística conocida como Kintsugi, que implica arreglar cerámica rota con oro. La belleza de las piezas resultantes es una fuente de inspiración.La autoestima, la aceptación y la esperanza actúan como el material dorado, capaz de reconstruir lo que la vida ha quebrado.
Kintsugi, que significa “reparación de oro”, se propone restaurar piezas de cerámica fracturadas con una mezcla de barniz de resina y polvo de oro o plata. Sin embargo, como ocurre con gran parte del arte japonés, existe una filosofía que infunde sabiduría a este delicado proceso.
Estos son los tres elementos clave para comprender el significado del Kintsugi:
- Superación en la adversidad. El Kintsugi hace que los objetos sean aún más hermosos después de la reparación. De manera similar, cuando sanamos nuestras heridas emocionales, experimentamos una transformación. Crecemos a raíz de las dificultades. Estas experiencias son impulsoras auténticas de nuestro desarrollo personal y autoconocimiento. La resiliencia psicológica se nutre directamente de este proceso, ya que implica navegar momentos complicados y dar paso a una versión más brillante y extraordinaria de nosotros mismos.
- Aceptación de nuestra historia de vida. Las líneas doradas que recorren los objetos reparados en el Kintsugi representan la historia única de cada objeto. De manera análoga, nuestras cicatrices emocionales y experiencias menos amables también moldean el individuo especial que somos en la actualidad. Aprender a apreciar y respetar nuestro propio pasado, sin importar cuál haya sido, es esencial para la curación mental.
- La herida puede ser un punto de partida para la esperanza. Cada pieza reconstruida con esta técnica es un símbolo de fragilidad, pero también de fortaleza y belleza. Asimismo, existe otra metáfora interesante. Podemos crecer como seres humanos en medio de experiencias emocionales impactantes. Una pérdida, por ejemplo, puede actuar como una grieta que divide nuestra vida en dos. Sin embargo, a medida que nos reconstruimos y curamos ese vacío doloroso, se crea un punto de partida. Es una cicatriz a partir de la cual floreceremos nuevamente gradualmente, recuperando la esperanza.
En resumen, nos reconstruirnos para avanzar. Cuando presenciamos la pérdida de algo que valoramos, aprendemos a apreciar la vida con una intensidad renovada. Es cierto que ciertos acontecimientos pueden partir nuestro corazón, y es verdad que estamos marcados por cicatrices invisibles que solo nosotros conocemos. No obstante, el arte de la sanación nos brinda una lección que, aunque haya sido forzada, aprendimos.