Cultura y sociedad

12, Enero 2021

El arte de repensar las palabras para empatizar con las personas

A partir del 2020 se intensificó tanto la recurrencia de millones de personas a los productos digitales, como el desarrollo de softwares para suplir las necesidades del momento. Aplicaciones web y móviles fueron las protagonistas para evitar el contacto físico en un mundo revolucionado por contagios masivos de Covid. La comunicación cambió, las formas de hacerlo y quienes lo hacen, también.

La User Experience (Experiencia de usuario, por su traducción, “UX” o “Diseño Centrado en el Usuario”) es una disciplina que estudia y desea comprender las emociones y percepciones de las personas que utilizan un servicio o producto. Luego de la pandemia, muchas compañías debieron rediseñar sus procesos para adaptarlos a un mundo digital y ahí es donde este campo de estudio tuvo su auge.

Emilia Alegre

Surgieron nuevas maneras de denominar perfiles profesionales que respondieron a esta innovación en las formas de consumir: UX Researchers (investigadores de experiencias); UX Designers (responsables de la gestión y el pensado del diseño de la experiencia); UI Designers (diseñadores de las interfaces de usuario) y los UX Writers (especialistas en el manejo y redacción de la información, siguiendo un tono y voz en productos digitales). Quien se desenvolvió en este último rol y hoy su libro “UX Writing con empatía de género” es referente de muchos y muchas writers es Emilia Alegre.

“En los papeles”, Emilia es Traductora Pública Nacional de Inglés de la Universidad Nacional de Córdoba. En la práctica, tiene más de diez años de experiencia en la creación de contenidos en UX y Marketing Digital y a partir de una experiencia laboral, ella decidió fomentar la inclusión, desde la redacción. “Estaba trabajando como redactora de contenidos digitales y me llegó un formulario que decía ‘soy dueño del auto’. En ese momento pensé, además de la despersonalización, ¿qué pasaría si esta frase llegara a manos de alguien para quien el género es un tema importante? ¿Cuánto le afectaría? Ahí empecé a empatizar con la diversidad”.

En su libro, expone 12 técnicas para evitar el sexismo en la redacción digital, entre ellas: parafrasear (decir lo mismo, pero con otras palabras o palabras más sencillas); neologismos (palabras que no existían pero que se crean a partir del uso recurrente de la misma en una sociedad); y eliminar lo innecesario, o sea, siempre preguntarse ¿es necesario que solicitemos el sexo y/o género? ¿Por qué? ¿Cómo impacta? Lo importante es ponerse en el lugar de a quien le enviaremos el mensaje y cómo, posiblemente, lo pueda llegar a recibir.

“Mis referentes fueron mis equipos de trabajo, y quienes me motivan a seguir aprendiendo son las personas usuarias. Siempre me pregunto ¿mi mamá entendería cómo usar esto? O sea, son mi guía”.

Emilia decidió reemplazar la frase “Lenguaje inclusivo” por “Empatía de género” porque sentía que la primera no terminaba de ajustarse y presentar lo que ella buscaba comunicar dentro de la UX. “A mí el @, la e y la x me parecen técnicas fascinantes porque fueron las primeras que aparecieron, vinieron a hacer ruido y nos hicieron hablar del tema. Con respecto a la ‘e’ comprendo que para muchas personas tiene una connotación política y más si se está trabajando en una empresa que ya tiene una marca y una personalidad definidas. Me parece valiente, igual, que las utilicen, aunque tienen sus consecuencias con respecto al público. Por eso el libro también surge en esta realidad, en esto de decir ok, no te parece adecuado su uso, acá te presento otras formas de inclusividad. Todo esto con respecto a la ‘e’. Por otro lado, no recomiendo el uso de la ‘x’ y la arroba por la accesibilidad web. Las personas con alguna dificultad visual utilizan lectores de pantalla y a estos lectores se les hace muy difícil transmitir los textos con naturalidad, sin confundirlas. Personalmente me siento más cómoda utilizando mis técnicas, pero quienes quieran usar las restantes, también es válido”.

Al respecto, Emilia comparte, junto a otros autores y autoras, la idea de que “el castellano no es sexista, sino el uso que le damos”. Quien construye el castellano es la persona que lo practica o la sociedad que decidió, en su época, que el masculino genérico sería el principal porque así lo necesitaron. Para la sociedad actual, la autora enfatiza que esta forma de dirigirse a las personas ya no alcanza para representar la diversidad y, eventualmente, surgirán nuevas formas de expresión que se instaurarán como cotidianas tal como sucedió hace miles de años.

“Incluso me pasó a mí, en una de mis charlas. Eran todas mujeres y hablaba de ellas, de mujeres, y ‘una’ me levantó la mano y me dijo -yo soy no binaria, me gustaría que me digas ‘elle’-. O sea, me pasó a mí que hablo de esto, que trabajo de esto. Me pareció sumamente importante que levantara la mano. Esta experiencia me llevó a preguntar siempre si hay alguien que se considere ‘no binario’ o que se identifique con algún pronombre en particular. Es algo que lo tengo presente”.

Para finalizar, Emilia comentó que hay otras maneras, además de las palabras, de ser inclusivos y accesibles. Una de ellas es realizando diseños gráficos cuyos colores sean aptos para personas con, por ejemplo, daltonismo. Hay veces que los textos no son suficientes y se debe recurrir, también, a imágenes que logren la mayor representatividad posible. “Un ejemplo que doy en mi libro es más a nivel publicitario. Es el de una marca que no quiso dejar de decir ‘Día del amigo’ por cuestiones de SEO, estrategia. ‘Día del amigo’ es una frase clave muy importante, pero lo complementaron con una imagen de mujeres, hombres, diferentes razas”. El intercambio y el consenso con un sólido equipo de trabajo es indispensable para no dejar de aprender sobre esta disciplina.

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