Maternidad

12, Enero 2021

Primeras palabras en las infancias

El desarrollo del lenguaje es un proceso que tiene etapas evolutivas, variando según la persona. Sin embargo, existen algunos signos que permiten identificar si es necesaria la evaluación de un profesional para evitar problemas futuros.

Desde el primer momento en el que un bebé llega al mundo, comienza a comunicarse con su entorno. A cada segundo, recibe estímulos y usa sus recursos para expresar lo que necesita: a través del llanto y la mirada, experimentando con lo que lo rodea, identificando voces familiares, sonidos cotidianos y silencios. Por esto, las primeras palabras pronunciadas, son un logro dentro de un proceso que comenzó mucho antes.

Desde el primer año, puede comprender gran parte de lo que escucha, comienza a nombrar los objetos que están a su alrededor y responder a preguntas sencillas.  A medida que el tiempo avanza, entre los dos y tres años, se incrementa su vocabulario y sus habilidades para expresarse, permitiéndole crear oraciones y frases que se irán haciendo cada vez más claras. 

Al llegar esta etapa, suelen surgir inquietudes relacionadas con los logros alcanzados y si es necesario realizar una consulta con un profesional para evaluar la situación.

Si bien cada caso tiene sus particularidades, se considera como signo de alerta que un niño de 2 años no emita ninguna palabra para expresar sus necesidades ni intente imitar producciones verbales de los adultos.  También si, cumplidos los 3 años, presenta dificultades en la construcción de frases, en la secuencia de las palabras en la oración o existe una incongruencia entre su relato y el contexto situacional. En el período que va de los 4 a los 5 años, es aconsejable prestar atención a las dificultades en la pronunciación.

Un pronóstico temprano de algún tipo de trastorno en el lenguaje es clave en estas edades, ya que permitirá evitar el traslado, por ejemplo, a problemas en el aprendizaje de la lectoescritura.

Podemos estimular el desarrollo del lenguaje en las infancias motivándolas para que expresen lo que sienten y lo que quieren, respondiendo a las palabras (y no a los gestos) cuando piden algo y compartiendo con ellos cuentos, canciones y rimas.

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