Cultura y sociedad

12, Enero 2021

“Hay que pintar para uno mismo, porque no hay fórmulas ni reglas”

El reconocido artista deja su marca personal en cada cuadro y obra que encara. En una charla con Vida & Salud recordó sus inicios, tropiezos y también las dificultades que tuvo que transitar camino al éxito. Sus convicciones sociales y su forma de afrontar la vida lo han hecho un artista todoterreno, siempre dispuesto a probar cosas nuevas.

Probablemente pocos sepan que su nombre completo, es Guillermo Emilio Lockett, pero seguramente sí sean capaces de reconocer una de sus obras o dibujos a simple vista. Es que el sello inconfundible del autor no permite que se pase por alto aquella marca personal de colores llamativos, figuras originales y hasta palabras desperdigadas.

“Cuando éramos chicos, a mi hermana no le salía pronunciar la ´e´ de Emilio, como me llamaban, y adopté ‘Milo’ como nombre para que no se rieran”, contó al recordar la infancia en su Chaco natal, enlazando en el relato sus primeros contactos con la pintura. “Siempre me gustó dibujar y mi mamá me mandaba a los talleres de arte visual que dictaban en la Escuela de Bellas Artes de la provincia. Tuve la suerte de tener en la primaria a un maestro, Mario Vanegas, que fue mi gran referente. Gracias a él me encontré con el dibujo y la pintura, y también con el aprendizaje de los lenguajes plásticos, cosa que entendí con los años”, destacó sobre sus inicios Milo.

Padre de cuatro hijos, sencillo, trabajador, activo y emprendedor, hoy es reconocido por su trabajo como artista, pero también por su compromiso social, sobre todo en lo que respecta a temáticas educativas. Actualmente trabaja en Boulevard de todos los santos 100. Vilaterra Center Dique Luján. Su nuevo espacio de arte.

“Para mí la educación es fundamental para construir y modificar el país, y es lo que lleva a mejorar la calidad de vida de las personas. Hay que invertir en educación para mejorar las oportunidades de los chicos. Así como está cambiando el mundo, habrá que cambiar pautas culturales para adaptarse, y la educación es clave. Si no apostamos a la educación va a ser muy difícil insertarse en el mundo”.

“Para mí la educación es fundamental para construir y modificar el país, y es lo que lleva a mejorar la calidad de vida de las personas”.

A pesar de la fuerte pasión y ganas de seguir en la misma línea, alejó su camino del arte durante varios años. “En la secundaria los chicos te cargaban si te querías dedicar a pintar o dibujar”, señaló Milo y agregó, “más en esa época…”

Lejos de lo que hoy es su carrera profesional, las vueltas de la vida hicieron que se encuentre de nuevo con la pintura en primer plano, tras un cimbronazo: “sin querer”, según define. Hacia el 2000, Milo se dedicaba a la industria textil, con su propia empresa y tres locales. Pero la crisis del 2001 lo llevó al cierre y lo obligó a repensar su vida profesional y laboral. “Ahí me reencontré con el arte. Tenía ofrecimientos de trabajo, pero tomé la decisión de volver a pintar. Me di cuenta de que uno no puede programar nada, no se puede predecir. La oportunidad siempre está, y hay que tomarla. Después las cosas pueden salir, o no”, sostuvo sobre aquel momento que fue bisagra y reflexionó “tuve que salir a buscar la forma de vivir del arte“.

Yo elegí ser un artista popular. Llegar a todos los hogares a pesar de que es una carrera difícil. En mi caso, tuve la chance en 2005 de hacer una muestra en el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires, que fue para mí fue ‘la gran oportunidad’ y no la dejé pasar. Después, el festival Arte BA de 2006 me puso en el centro de las miradas”. Milo, siempre predispuesto a compartir sus vivencias, contó también sobre sus exploraciones en otras facetas; “trabajo mucho con lo que es el arte aplicado, por ejemplo, es decir en objetos cotidianos o muebles. Además, doy charlas y talleres para empresas y colegios, para explotar, desde el arte, la creatividad.

Acepto que la carrera tiene distintas formas, y a la vez me gusta llegar al público desde lugares que no tienen que ver con lo exclusivo del arte, como una galería, sino que son algo diferente, como un bar. Ahí si te involucrás con la gente.”

“Yo elegí ser artista popular. Llegar a todos los hogares a pesar de que es una carrera difícil”.

En relación a su estilo distintivo, destacó que “cada artista busca su forma de pintar, pero también va cambiando todo el tiempo, porque vas investigando, buscando… Más allá de la marca personal, mientras se trabaje de manera seria y comprometida, va a ser bueno. Yo siempre digo que hay que pintar para uno mismo, porque no hay fórmulas ni reglas.”

¿Cuesta llegar e instalarse? “Es un mundo muy hermético y a la vez muy frágil. El tema está en proponer algo alternativo, innovar, y animarse todo el tiempo. No tener miedo de probar. Una de las cosas que me enseñó el 2001 a mí fue eso: enfrentarme siempre con el miedo y atravesarlo, es la única manera de vencerlo.”

El éxito lo tomó por sorpresa y tuvo alcance masivo, pero él, desde su mirada, lo transita con calma: “No me pesa el éxito, lo llevo de una manera muy tranquila y no alimento el fenómeno. Pienso que si sos sencillo, humilde, la gente empatiza por ese lado. A Olivia, mi hija más grande, tal vez le cuesta más tener un papá conocido, y Tomás y Gerónimo, lo llevan bien, Paloma es muy chiquita y me pregunta por qué pintas tanto papá”, aseguró, al tiempo que manifestó su postura en relación a la opinión de los demás sobre su arte “recibo siempre bien las críticas, por más que sean malas. Hay que respetarlas, porque muchas veces te enseñan y marcan el camino. No me meto en peleas, ni soy competitivo, yo sé quién soy y sé lo que hago. Como me costó mucho llegar, di siempre pasos muy en firme, no miro para atrás, nada más para aprender.”

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