Cultura y sociedad

12, Enero 2021

Santiago Lange: “El deporte me ayudó a aprender a disfrutar del esfuerzo y del sufrimiento”

Santiago Lange comparte su inspiradora trayectoria, desde los desafíos de sus comienzos hasta el logro inolvidable de su consagración olímpica, dejando enseñanzas que trascienden el deporte.

Gentileza de Daniele Molineris – Red Bull Content Pool.

Santiago es el regatista argentino más destacado de la historia. Participó en 7 Juegos Olímpicos, el primero en Seúl 1988 cuando tenía 26 años y su última cita fue en Tokio 2020, a los 60. A lo largo de su carrera, obtuvo 3 medallas: dos de bronce en la clase Tornado junto con Carlos “Camau” Espínola y una presea de oro en Río 2016 en la clase Nacra 17, en dupla con Cecilia Carranza. Ese mismo año fue nombrado el mejor regatista del mundo. Durante el proceso de preparación para llegar a Río, padeció de cáncer de pulmón que pudo vencer luego de ser operado.

En París 2024, asistió como una leyenda del deporte olímpico, donde se le reconoció su extraordinaria trayectoria.

Santiago es reconocido por sus logros, pero sobre todo por alcanzar la cima de su rendimiento deportivo a los 54 años. Es padre de cuatro hijos y destacado arquitecto naval. Los veleros Optimist diseñados por él ganaron siete copas del mundo.

Hoy, alejado del alto desempeño, comparte su nueva vida y reflexiona acerca de los aprendizajes que le dejó el deporte, el entrenamiento de alto rendimiento y un largo recorrido transitado alrededor del olimpismo.

CRÉDITO: GUSTAVO CHERRO – RED BULL CONTENT POOL

—¿Cuál fue tu primer contacto con la náutica y cómo se incorporó el deporte a tu vida?

—Mi padre navegaba, mis hermanos también y la familia iba todos los fines de semana al Club Náutico San Isidro, por lo que ese fue mi primer contacto. En el club están mis primeros recuerdos, pero además por verme en fotos familiares donde estoy muy chiquito sentado en el barco de madera de mi papá.

El club tuvo un rol determinante. Desde los ocho años comencé a competir y hasta que terminé el colegio, cada fin de semana de esa parte de mi vida transcurrió allí. Tenía el visto bueno de mis padres, sabían que en ese lugar yo estaba bien, era feliz y ellos me apoyaron siempre. Esa libertad es algo que les agradezco porque tuvieron confianza en mí y me abrieron ese espacio dándome la libertad necesaria para hacer lo que amaba desde muy chico.

“En Argentina contamos con la estructura de clubes más grande del mundo. Los clubes son maravillosos y el principal pilar para el desarrollo del deporte”.

—¿Y vos incorporaste esto y lo repetiste con tus hijos?

—Sí, definitivamente. Traté de que cada uno haga su camino y que no hagan las cosas por tratarse de un mandato. Los eduqué con mucha libertad. Muchos me dicen, ‘qué bueno que tus hijos navegan como vos’, en referencia a Klaus y Yago, pero sinceramente me emociona más escuchar a Borja tocar la guitarra o ver un producto que Teo creó con la máquina de coser. Me moviliza mucho porque es algo que no conozco y que no he trabajado. El deporte naturalmente me encanta, pero los dos lados de la moneda son maravillosos.

Te cuento una vivencia en relación con esto. Antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, tenía una gran expectativa por conocer Japón y su cultura por el respeto a las tradiciones. Al estar allá, mi mirada cambió rotundamente porque entendí que ese en todo, y que, con esfuerzo, todo es posible. Por otro lado, tuve la satisfacción de alcanzar esos sueños y el sentido de realización es enorme apego por la tradición en muchos casos se convierte en falta de libertad. Si tu abuelo y tu padre fueron carpinteros, vos tenés que ser lo mismo más allá de tus deseos y eso para mí no está bueno.

—El deportista de alto rendimiento está obligado a dejar mucho de su vida personal, ¿eso es algo que hoy te pesa?

—Las personas que me formaron me ayudaron a entender que íbamos a competir mejor si éramos felices y disfrutábamos el momento, pero al mismo tiempo saber que rendíamos mejor si aprendíamos a disfrutar del esfuerzo. Soy consciente de que dejé cosas de lado, pero también de que fui un privilegiado por lo que hice y viví. Fui lo que quise ser y me quedo mucho más con eso que con lo que dejé. A mis hijos les transmití que, si soñaban con algo, fueran por ello, que los iba a entender y acompañar en todo, y que, con esfuerzo, todo es posible. Por otro lado, tuve la satisfacción de alcanzar esos sueños y el sentido de realización es enorme y eso le da significado al esfuerzo.

CRÉDITO: GUSTAVO CHERRO – RED BULL CONTENT POOL

—Una de las particularidades de tu recorrido deportivo fue que pasaste por las diferentes especialidades de yachting, ¿a qué se debió esto?

—Es algo que digo con mucha humildad, porque lo mío es muy único por lo difícil. Participé en siete Juegos Olímpicos y en cada uno de ellos en una categoría diferente. Lo siento como un logro; seguramente lo extensa de mi carrera es algo que sorprende, pero creo que lo más relevante fue haberme destacado en diferentes disciplinas de mi deporte. Si tuviera que explicárselo a alguien que no es del mundo de la náutica, es como haber jugado de arquero, defensor y delantero, alcanzando logros importantes en cada puesto. Lo mismo ocurre con mi longevidad. Algunos piensan que en este deporte es algo frecuente y es todo lo contrario. Cuando ganamos la medalla de oro, competimos con regatistas a los que yo doblaba en edad y es algo que también me llena de orgullo.

—¿Cuál creés que es la razón por la que nuestro país genera tantos y tan buenos deportistas?

—Argentina es muy particular por los conflictos y los problemas, pero al mismo tiempo es un país maravilloso que nosotros mismos no valoramos. En el caso del deporte ocurre algo especial y es que contamos con la estructura de clubes, me animo a decir, más grande del mundo. Los clubes son maravillosos y el principal pilar para el desarrollo del deporte. Esto es algo por lo que peleo y considero que no debiéramos perder de vista porque la enorme mayoría de los clubes se sostienen por el esfuerzo de gente que no se lleva nada y lo hace por la pasión y la pertenencia. Lo maravilloso del deporte es que permite enseñar valores y muchas veces es más sencillo hacerlo por este camino que a través de la escuela.

“Lo primero que me sale es el agradecimiento por el deporte que practico, que es la vela, porque jugamos con la naturaleza, una gran maestra. Lo que más enseña es la aceptación, ya que te ayuda a entender que hay cosas que no las decidís”.

—¿Qué te quedó de lo que viviste y lograste en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016?

—Lo primero que me sale es el agradecimiento por el deporte que practico, que es la vela, porque jugamos con la naturaleza, una gran maestra. Lo que más enseña es la aceptación, ya que te ayuda a entender que hay cosas que no las decidís. Solo podés convivir con ellas y tratar de superarlas, pero no enojarte. Digo esto en relación con la enfermedad que me tocó, que es el cáncer. Lo recuerdo como una etapa que tuve que enfrentar y que pude superar. No lo recuerdo como algo malo, fue lo que me sucedió y pude enfrentar y superar con el apoyo de mi familia, mis amigos y mi equipo. Cuento esto porque si hubiese estado retirado, transitar la enfermedad hubiese sido distinto, pero en ese momento me estaba preparando para un Juego Olímpico y se enmarcó en ese proceso. Fue un desafío que me puso la vida y me motivó muchísimo la idea de superarlo y llegar a competir en Río de Janeiro.

Santiago Lange, junto a sus hijos Klaus y Yago, y su colega Cecilia Carranza.
CRÉDITO: GUSTAVO CHERRO – RED BULL CONTENT POOL

—El deporte te puso en otra situación menos dura pero también compleja: Competiste con Mateo Majdalani por un lugar en París 2024 y él había sido tu entrenador. ¿Cómo viviste esa situación?

—Fue muy difícil porque Mateo es uno de los mejores amigos de mi hijo, compitió con Klaus, y juntos lograron tres podios juveniles. En el año 2000, conversando con “Camau” Espínola sobre cómo potenciar nuestro deporte, nos propusimos contratar entrenadores jóvenes para que lo que aprendíamos como equipo quedara en el país. Mateo se sumó a los 19 años como parte de ese proyecto y fue mi entrenador en Río con solo 23 años. Fue raro porque, para clasificar, tuvimos que competir y para eso necesitamos alejarnos durante un tiempo. Haber tenido una competencia previa entre nosotros en el proceso selectivo previo nos ayudó a ambos. Me retiré muy tranquilo por lo que hice, y a ellos los potenció. Siento una profunda admiración por Mateo y por Eugenia Bosco, y estoy feliz por lo que han logrado.

—¿Cómo viviste París 2024, donde fuiste invitado?

—Me invitaron como leyenda de los Juegos Olímpicos, lo que fue un gran honor. Lo viví por primera vez como hincha y me permitió tener otras emociones. Cuando participás como deportista, estás totalmente enfrascado en lo tuyo y eso no te deja ver el resto. El broche fue la manera en que viví la consagración de Mateo y Eugenia. El día anterior a la última regata tenía que viajar por cuestiones de trabajo y les pedí disculpas porque mis compromisos me impedían estar. Cuando estaba por abordar el avión, me di cuenta de que necesitaba estar. Volví a Marsella a ver en vivo la regata y darles un abrazo, pase lo que pase. Lo maravilloso fue que ganaron una medalla y pude estar ahí para festejar cuando no se lo esperaban.

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