12, Enero 2021
Más opciones, menos sufrimiento
En una interesante conversación con Sofía Calvo, Licenciada en Psicología y autora de La generación de cristal, exploramos las características de una generación que desafía los moldes tradicionales. A través de su análisis, descubrimos cómo la sensibilidad se convirtió en una herramienta de cambio y por qué esta generación sigue rompiendo normas establecidas.

La generación de cristal fue objeto de debate. Según Sofía Calvo este grupo, nacido alrededor de 1988-1989, no está definido por un rango específico de edad, sino por una forma distintiva de ver y expresar el mundo. “Son personas que se muestran de una manera diferente a lo que estábamos acostumbrados a ver”, explica.
Una de las principales características atribuidas a esta generación es su sensibilidad, un rasgo que, a menudo, se malinterpreta. “La sensibilidad tiene mala fama, pero no es algo negativo. Hay una forma de creer que la generación de cristal es sensible porque lo demuestra más, pero en realidad la sensibilidad siempre formó parte del ser humano.
Es una generación que empezó a romper con más fuerza eso que ya se venía rompiendo”.

“No son las primeras personas que pensaron las relaciones abiertas o que hablaron de los mandatos sociales o familiares, ni que piensan en el vegetarianismo o la ecología. Son quienes pueden exteriorizar con más énfasis las emociones en un contexto actual menos hostil.
Si debemos comparar entre el escenario del pasado y el del presente, el actual es más valioso, ya que la posibilidad de exteriorizar la sensibilidad nos ayuda a poner límites de manera más clara”.
Influencias y exigencias familiares y sociales
La psicóloga también aborda los mandatos sociales y familiares que moldean la vida de la generación de cristal. “Estos mandatos nos hacen creer que hay que vivir de cierta forma. Estas son las cosas que tenés que cumplir para formar parte de la sociedad. Nos llegan como imposiciones, nos ponen en un molde y nos dicen acá tenés que entrar y no tenés que salirte de esos moldes ni de los límites porque si te salís, vas a ver consecuencias”, explica.
“Para que la generación de cristal cobre más validez, es importante entender la sensibilidad que a todos nos atraviesa. El diálogo es la forma que tenemos de construir”.
“Muchas veces estos mensajes son explícitos. Nos repiten constantemente que si no estudiás, no vas a ser nadie; si no te casás, te vas a quedar sola/o; si no tenés hijos, qué va a ser de tu vida. Estas formas son más fáciles de reconocer y pretenden marcar caminos estrictos que tenemos que seguir. Otras veces, son implícitas, más difíciles de advertir, y se manifiestan en nuestras interacciones diarias y en los medios de comunicación”, señala Sofía Calvo. Estos mandatos, que van desde el éxito académico hasta la conformidad familiar, afectan la percepción de uno mismo y la manera en que se maneja el estrés y la frustración.
Hablemos del deseo
Como explica Sofía, el deseo se divide en íntimo y éxtimo. El deseo íntimo se corresponde con lo que somos; es el deseo personal y único de cada individuo sobre cómo quiere vivir, la forma en la que elige trabajar. En cuanto al éxtimo, aunque íntimo, proviene del exterior y está vinculado con lo que los demás esperan de nosotros. Constantemente buscamos la aceptación y aprobación de afuera, lo cual no es negativo en sí mismo, pero se convierte en un problema cuando lo llevamos a un nivel extremo, ya que ahí puede generar dolor.
Vivir en sociedad implica la necesidad de ser aceptados por los demás, algo inherente a nuestra esencia, a nuestra naturaleza. Sin embargo, el desafío está en evitar que ese deseo ajeno, externo, invalide nuestro propio deseo.
El desafío está en evitar que ese deseo ajeno, externo, invalide nuestro propio deseo.
Generación de cristal: la importancia del entorno
La profesional refiere a la importancia de un acompañamiento empático y consciente para esta generación. “Un desafío que tenemos como acompañantes de la generación de cristal es hacerles sentir que somos su lugar seguro, donde puedan contarnos sus inquietudes, conflictos internos, preguntarnos. Debemos tratar de ser esas personas que hubiésemos necesitado tener en nuestra infancia. Acompañemos desde el amor, desde la empatía, tratemos de no ser tan rígidos/as con lo que queremos que la otra persona sea”.

Además, agrega: “A mayor nivel de exigencias, mayor es el sufrimiento que la generación deberá atravesar. A mayor pedido de renuncias, mayor malestar sentirá en la sociedad. No se trata de no tener exigencias o de no poner límites, sino de hacerlo de forma empática y muy a consciencia. No exigir por exigir. Proponer cosas que a la otra persona le puedan servir. Mientras más opciones una persona tenga, menor va a ser el sufrimiento. Dar más opciones, entenderlas y ofrecerlas para que, como sociedad, suframos mucho menos”.
Entre los retos contemporáneos, la generación de cristal enfrenta desafíos como una menor tolerancia a la frustración y una ansiedad elevada, ambos exacerbados por la tecnología y el ritmo acelerado de la vida moderna. También presentan dificultades para comprometerse con proyectos a largo plazo. No obstante, al comprender y acompañar estos rasgos, podemos contribuir a un entorno más saludable y empático para todos.