12, Enero 2021
¿Por qué nos gusta sentir miedo?
El miedo puede ser aterrador, pero también adictivo. Desde películas de terror hasta deportes extremos, muchas personas buscan experiencias que les provocan esa sensación. Pero, ¿qué sucede en el cerebro y el cuerpo cuando nos enfrentamos al miedo? Y más aún, ¿por qué algunos lo disfrutan?
El miedo es una sensación de angustia frente a un daño real o imaginario. Aunque es natural tener miedo a la soledad, a una lesión o a la muerte, el terror puede provocar reacciones opuestas en las personas. Por eso algunas personas huyen del miedo, mientras que otras disfrutan de la emoción y la excitación que produce.
Cuando vemos una película de terror o hacemos un deporte extremo, nuestro cuerpo y el cerebro responden como si la amenaza percibida fuera real. El ritmo cardíaco aumenta, la adrenalina aparece y nuestros sentidos se agudizan, logrando una experiencia emocionalmente intensa, creando un momento único.
¿Qué sucede cuando sentimos miedo?
El miedo se inicia con la detección de una posible amenaza a través de nuestros sentidos. La información sensorial se procesa en el tálamo, una región del cerebro que transmite estos datos a otras áreas para un análisis más profundo.
Luego, la amígdala que evalúa si los estímulos representan un peligro. Si identifica una amenaza, activa la respuesta de miedo, lo que a su vez estimula el hipotálamo, provocando las hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas preparan al cuerpo para reaccionar, generando una respuesta de “lucha o huida”, desencadenando una serie de cambios en el cuerpo: las pupilas se dilatan, el corazón late más rápido y el cerebro se hiperactiva, todo para prepararnos ante un posible peligro.
La rama simpática del sistema nervioso autónomo se encarga de activar la respuesta fisiológica frente al miedo. Esto resulta en diversas reacciones físicas: aumento en el estado de alerta, sudoración y una mayor agudeza en los reflejos. Aunque estas respuestas son automáticas, el cerebro también evalúa la situación y determina la acción adecuada. Esta evaluación cognitiva puede llevar a mantener la reacción de miedo o, por el contrario, a disminuirla si se considera que la amenaza es menor o inexistente.
En situaciones controladas como ver una película de terror o subir a una montaña rusa, nuestro cerebro sabe que no hay un riesgo real. Es esta capacidad de contextualizar el miedo lo que nos permite disfrutarlo y sentir una experiencia placentera.
➡️ Aumento de adrenalina.
➡️ Sensación de control.
➡️ Catarsis emocional.
➡️ Experimentamos un vínculo social.
➡️ Búsqueda de novedades.
➡️ Sensación de logro.
El miedo puede volverse emocionante si sabemos que al final estaremos a salvo.
Según varios estudios científicos, exponerse a este tipo de experiencias intensas ayuda a entrenar al cerebro para manejar mejor situaciones estresantes en la vida real. Esto se conoce como el modelo de calibración adaptativa al estrés.
El miedo no solo activa nuestra respuesta de supervivencia, sino que, en contextos voluntarios y controlados, también puede generar placer y ayudarnos a mejorar nuestra capacidad para manejar el estrés.