Cultura y sociedad

12, Enero 2021

Tomás Balmaceda: un híbrido entre lo pop, la filosofía y la tecnología

Oriundo de Campana, provincia de Buenos Aires, doctor en Filosofía, periodista, escritor, influencer (principalmente a través de su cuenta @CapitanIntriga en Twitter), activista LGTBIQ+, y muchísimas otras etiquetas que son insuficientes para describirlo. En esta entrevista nos da su mirada sobre temas como la cultura de la cancelación, la inteligencia artificial y la ansiedad.

Según tu perspectiva, ¿la pandemia nos hizo más ansiosos o ya existía una dinámica previa?

“Creo que el COVID fue un virus que nos volvió a todos digitales. Esto no quiere decir que hubo un cambio de rumbo: históricamente las pandemias no modificaron radicalmente a las sociedades sino que profundizaron las características que ya estaban presentes. La revolución digital comenzó a mediados de la década del noventa pero se aceleró durante la pandemia y la transformación llegó incluso a los ámbitos más tradicionales.

La preocupación por nuestro ´bienestar´ o ´wellness´ (que son los términos que hoy usamos para englobar nuestra salud mental, ocio, actividades extra laborales) frente a las plataformas digitales y redes sociales estaba creciendo antes de la pandemia pero se congeló cuando, frente a las medidas de aislamiento preventivo obligatorio, nos volcamos a las redes para poder trabajar y mantener nuestros vínculos sociales.

Creo que luego de esta experiencia, volvimos a niveles poco saludables de vínculos con la tecnología y sus dispositivos, pero parece difícil saber si es posible un movimiento colectivo que se enfrente a esta lógica. Lamentablemente creo que perdimos una oportunidad que no sé si va a regresar”.

“A veces sobreestimamos el valor de la tecnología y creemos que sólo los artefactos son los que nos cambian. En realidad, debemos tener en cuenta que es la sociedad y la inserción de la tecnología en la sociedad lo que debe tener nuestra atención”.

Hablemos sobre la cultura de la cancelación. ¿Qué opinás de negar productos culturales/artísticos del pasado y juzgar a quienes los consumen?

“Me parece un grave error juzgar con parámetros actuales productos culturales del pasado, ya sea que hayan sido creados hace 50 o 5 años. Si bien siempre han existido las manifestaciones en contra de aquellas acciones o dichos que son considerados reprobables, la omnipresencia de las redes sociales como espacios de discurso público y de decisión frente a consumos culturales configuró un fenómeno novedoso al poder literalmente borrar a alguien de su espacio de intervención. El objetivo de cancelar es tanto castigar como dejar una advertencia: cualquier otro que cometa lo mismo sufrirá este destierro digital.

Este clima de vigilancia y escrutinio de lo dicho en redes sociales excede lo meramente virtual y actúa también como catalizador del enojo y frustración que genera la falta de justicia en determinados actos. El llamado a cancelar a ciertas personas puede, además, animar a otras víctimas a denunciar formalmente a sus agresores.

En Argentina la cultura de la cancelación evoca a los escraches, una forma de manifestación que en la década del ´90 utilizaron agrupaciones de defensa de los derechos humanos como H.I.J.O.S. frente a centros de detención clandestina en la dictadura y las casas particulares de condenados por delitos de lesa humanidad. Hoy, sin embargo, la cancelación parece haber evolucionado a una metodología de indignación que no le escapa a la lógica de las redes en donde aparece también un sentimiento de pertenencia a una manada y un goce narcisista.

Lo que vuelve complejo y delicado a la cultura de la cancelación es que parece estar muy activa en discursos que tradicionalmente se asociaron con los ámbitos ´bien pensantes´ o ´progresistas´. Sin embargo, estos ámbitos abrazaron procedimientos que no deberían ser herramientas de ningún movimiento de justicia social como la vigilancia, la pretendida ‘pureza moral’ desde la cual señalar el error, un cierto goce narcisista en ese señalamiento y la obturación de cualquier espacio de reflexión individual y colectiva para dejar espacio a la transformación”.

En estos momentos está en auge el tema de la inteligencia artificial y su alcance. ¿Te genera curiosidad cómo puede desarrollarse este tema en los próximos años?

“Me gusta ver cómo la IA se volvió un tema de conversación en el discurso público. Sin embargo, creo que es necesario no sólo que las personas se involucren genuinamente entendiendo en qué momentos esas tecnologías están presentes en sus vidas sino también en poder usarlas activamente… ¡muchos hablan de ChatGPT pero nunca lo utilizaron! Aquí creo que es importante alentar a las personas a que lo prueben para explorar no sólo sus posibilidades sino también sus límites.

Además, debemos cultivar una mirada crítica sobre estas plataformas, para evitar la simplificación de pensar ´lo viene a cambiar todo´, ´es una revolución´ o ´me quitará el trabajo´, frases vacías si no se entiende bien qué es lo que cambia y en qué medida. A veces sobreestimamos el valor de la tecnología y creemos que sólo los artefactos son los que nos cambian. En realidad, debemos tener en cuenta que es la sociedad y la inserción de la tecnología en la sociedad lo que debe tener nuestra atención”.

“Me parece un grave error juzgar con parámetros actuales productos culturales del pasado, ya sea que hayan sido creados hace 50 o 5 años”.

De cara al futuro, ¿tenés algún proyecto personal que estés preparando y que nos puedas contar?

“Estoy muy interesado en seguir investigando sobre generaciones, que es mi foco de atención en los últimos años y cuyas primeras ideas están en mi libro ´Generación Invisible´, escrito junto a Miriam de Paoli. 
Desde Educación Ejecutiva de UdeSA tratamos de organizar y sistematizar esta realidad en donde en las organizaciones y en la sociedad están conviviendo, por primera vez, 4 generaciones laboralmente activas pero que suelen ser aplastadas por el desmedido interés que hay por la juventud frente a otras edades. Parte de nuestras investigaciones están en www.generacioninvisible.org”.

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