Cultura y sociedad

12, Enero 2021

Historia viva: una recorrida por la casa de Frida Kahlo

La famosa Casa Azul, en donde nació y vivió la reconocida artista mexicana, funciona como museo en la Ciudad de México. Por las restricciones llevadas a cabo en casi todo el mundo, lo abrieron de forma virtual para que miles de personas pudiesen conocer y disfruta


Cuando gran parte de los países en el mundo comenzó a tomar medidas ante la irrupción de la pandemia del COVID-19, se generaron cambios rotundos que modificaron por completo el estilo de vida al que estaba acostumbrado la mayoría. Sin embargo, la imposibilidad de acercarse físicamente, de recorrer sitios que habitualmente recibían visitas masivas y de viajar, hizo que se generaran nuevas posibilidades para ampliar las experiencias y disfrutar de la vida cultural y la industria del entretenimiento.

Tal es así, que gracias a los avances de la tecnología e Internet, se puede viajar desde el living de la casa solo con el celular, la tablet o una computadora. Con ese objetivo, la casa museo de Frida Kahlo, en México, habilitó el acceso virtual y gratuito para que miles de personas puedan recorrerla y conocer, desde cualquier parte del mundo, algunos de los secretos que vuelven a la Casa Azul tan mística y única.
Su famosa casa se convirtió en museo en 1958, cuatro años después de la muerte de la artista. Desde entonces es uno de los lugares más visitados de la zona, en el centro de Coyoacán, Ciudad de México.

En ese lugar, construido en 1904 por el húngaro-alemán Wilhelm Kahlo, padre de Frida, fue donde creó gran parte de la obra que la consagró. Ahí mismo pueden contemplarse Viva la Vida (1954), Frida y la cesárea (1931), Retrato de mi padre Wilhem Kahlo (1952), entre otras.

Allí también fue donde armó su vida junto a Diego Rivera, y ambos se encargaron de plasmar su esencia en cada rincón. “Cuando uno profundiza en el conocimiento de la obra de Frida Kahlo y tiene el privilegio de conocer su hogar, se descubre la intensa relación que existe entre Frida, su obra y su casa”, detalla Hilda Trujillo, directora del museo, en un mensaje previo a iniciar el recorrido.

“Su hogar se convirtió en museo porque tanto Kahlo como Rivera abrigaron la idea de donar al pueblo de México su obra y sus bienes. Diego pidió a Carlos Pellicer -poeta y museógrafo- que realizara el montaje para abrir la casa al público como museo. Desde entonces, la atmósfera del lugar permanece como si Frida habitara en él”, relata Trujillo. “Los objetos personales develan el universo íntimo de la artista latinoamericana más reconocida a nivel mundial”, invita.

La Casa Azul está repleta de historia. Por ella pasaron infinidad de veces personalidades de la cultura y destacados artistas de la época como André Breton, Tina Modotti, Edward Weston, León Trotsky, Juan O´Gorman, Carlos Pellicer, José Clemente Orozco, Isamu Noguchi, Nickolas Muray, Sergei Eisenstein, el Dr. Atl, Carmen Mondragón, Arcady Boytler, Gisèle Freund, Rosa y Miguel Covarrubias, Aurora Reyes e Isabel Villaseñor, entre muchos otros.

Ciertamente, ingresar a la casona emplazada en el barrio San Ángel de la delegación Álvaro Obregón, uno de los más antiguos y pintorescos de la ciudad, implica empaparse de la cultura mexicana. Desde el gran patio central al ingresar, que actúa como distribuidor hacia las habitaciones, hasta espacios como la cocina o el estudio de Kahlo.

No por nada la bautizaron “Casa Azul”. Además del tono eléctrico de los muros exteriores, los colores siempre son protagonistas. Vivos y estridentes conviven en armonía y producen un contraste entre los objetos que permite apreciar los detalles a la perfección.

En el espacio exterior se sitúan una variedad de árboles y plantas bien cuidados, para dar lugar a una pirámide de tamaño a escala que no permite olvidar lo más representativo de la cultura mexicana.

Ingresando a las primeras salas, en donde predomina la construcción que varía entre madera y piedras a la vista, los visitantes pueden encontrarse con paredes adornadas ni más ni menos que con pinturas de la artista.

Recorriéndolas, siempre de dimensiones acotadas, se accede al comedor. Se trata de uno de los espacios que, sin dudas, reflejan la esencia y el arraigo de la cultura local en la vida y en el hogar de Kahlo y Rivera. Fuentes de barro con pinturas aztecas, estatuillas típicas y algunas catrinas o calaveras representativas.

Muebles de madera de época, adornos con historia, mantas clásicas e inscripciones en las paredes le otorgan a la “recámara de noche” una impronta única, y trasladan a quien la recorra a la intimidad más resguardada de Frida. Todo evoca arte, recuerdos, historia e identidad. Además de exhibir la devoción que tenía la pintora por coleccionar objetos.
Un muy breve pasillo la separa del estudio: otro de los espacios de la casa que más preservan la esencia de la artista. Genera la sensación de que el tiempo se congeló cuando se preparaba, frente a un lienzo en blanco, para darle vida a una nueva obra. Todo parece intacto. Cada objeto ubicado con la precisión necesaria para dar el aspecto contrario.

No es extraño en el tour, toparse con las muletas, corséts y hasta medicamentos, que son una prueba del sufrimiento y de las múltiples operaciones a las que fue sometida la pintora.

De las habitaciones que, definitivamente, cautivan la atención con ingresar a la casa del barrio San Ángel de la delegación Álvaro Obregón, uno de los más pintorescos de la ciudad, implica empaparse de la cultura mexicana, tan apreciada por Frida Kahlo y Diego Rivera. Todo evoca arte, recuerdos, historia e identidad más intensidad es la cocina, inmersa en un predominante amarillo que tiñe los muebles y el piso. Las ollas de barro dispuestas en mesadas y hornallas hacen creer que, en cualquier momento, alguien anunciará que la comida está lista, y es hora de sentarse a almorzar. “Es testimonio de la variedad de guisos que se preparaban en la Casa Azul. Tanto Diego como Frida gustaban de agasajar a sus comensales con platillos de la cocina mexicana”, señala sobre este punto Trujillo.

La emblemática decoración y lo autóctono invaden cada rincón. Sillas de mimbre y cucharones de madera de distintos tamaños señalan calidez y recuerdan al hogar.

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