12, Enero 2021
Metabolismo: un proceso vital
Conocer el funcionamiento de nuestro metabolismo es clave para optar por hábitos que llenen nuestros días de energía.
El metabolismo es un conjunto de reacciones químicas que ocurre en las células de nuestro cuerpo. Este proceso, que se desarrolla continuamente, es el encargado de transformar los alimentos que ingerimos, en el combustible que pone en funcionamiento todos nuestros órganos.
Muchos problemas de salud tienen su origen en una alteración en la dinámica del metabolismo, que puede verse modificada por factores diversos, pero principalmente por no implementar y sostener en el tiempo: buenos hábitos alimentarios, el descanso adecuado y actividad física acorde a la edad.
Un ciclo saludable
Para conservar nuestro metabolismo estable es importante poder organizar los hábitos alimentarios en base al ciclo circadiano: el reloj biológico humano que coincide con los estados de sueño y vigilia y que regula las funciones fisiológicas del organismo, para que sigan un ciclo regular que se repite cada 24 horas.
Durante el desayuno y el almuerzo nuestro metabolismo está en su máxima expresión, utilizando casi la totalidad de lo que ingerimos como energía y captando todo lo que ingresa para absorberlo. Por eso, este el momento ideal para consumir alimentos que en otros horarios necesitaríamos restringir.
Durante la merienda y la cena el metabolismo está entrando en reposo y absorbe la mayor cantidad de la ingesta, incorporándola como reserva grasa. Por este motivo, si durante el desayuno y el almuerzo no consumimos alimentos que el organismo reconoce necesarios para ahorrar como reserva, lo va a hacer en este horario, alterando el metabolismo.
La gran noticia es que nuestros hábitos diarios pueden marcar una importante diferencia en nuestra calidad de vida. Para ello, resulta clave:
- Crear y sostener en el tiempo buenos hábitos alimentarios
- Mantener un descanso de calidad.
- Realizar la actividad física recomendada para la edad.
Lo que nos nutre
Estos buenos hábitos empiezan en la infancia y tienen beneficios a largo plazo, como la reducción del riesgo de presentar sobrepeso y de sufrir enfermedades no transmisibles en etapas posteriores de la vida (como diabetes, cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y otras).
Si bien la composición de una alimentación equilibrada depende de las necesidades de cada persona, incorporar el consumo de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales, junto a la reducción del consumo de azúcares, sal y grasas; son buenas medidas para que adopten todos los miembros de la familia.
Siempre en movimiento
Dejar de lado el sedentarismo, es un desafío para muchos, pero fundamental para el control de peso y el equilibrio energético. La ciencia ha demostrado que la actividad física regular en niveles adecuados, mejora el estado muscular, cardiorrespiratorio, óseo y funcional.
Un punto a tener presente cuando realizamos ejercicio, es la reposición de los líquidos que se pierden a través de la sudoración, el principal mecanismo de termorregulación corporal. En este proceso, junto con el agua se pierden electrolitos, siendo los más importantes el sodio y el potasio, fundamentales para el equilibrio celular (homeostasis). Podemos contrarrestar este efecto, bebiendo agua y otras sustancias hidratantes.
Las caminatas, los paseos en bicicleta y las actividades recreativas al aire libre, pueden ser una buena oportunidad para cumplir con la cuota diaria de movimiento.
El descanso reparador
Si bien solemos relacionar el descanso con una actividad pasiva, lo cierto es que el sueño es una función fundamental para mantener nuestra mente y cuerpo alerta, activo y saludable.
Fundamental para este proceso es la melatonina, una hormona que envía información a los distintos órganos del cuerpo, regulando las fases circadianas. Algunos alimentos que poseen triptófano —el ácido que sintetiza la melatonina— puede que sean ricos en esta hormona. Entre estos se encuentran las carnes (especialmente el pollo y el pavo), productos lácteos, las algas, los cereales (maíz, avena, arroz, trigo, cebada), las semillas y los frutos secos (nueces). También puede hallarse en las frutas, verduras y hortalizas (manzanas, granada, cereza, plátano, cebollas, tomates y jengibre).
Otro punto importante, es prestar atención a la continuidad, duración y profundidad de nuestro descanso, lo que permitirá crear el ambiente y las condiciones necesarias para hacer de ese, un momento restaurador.