12, Enero 2021
Hernán Casciari: Descubrí que lo que me funciona es divertirme
El escritor y periodista argentino sorprende con nuevos proyectos que resultan exitosos aún frente a los panoramas más complejos. Con un estilo que no abunda en el mercado, supo conformar una fiel comunidad de lectores que no para de crecer.
Hernán Casciari no cuadra dentro de la figura que podría definirse como escritor “tradicional”. Sus libros no se venden en librerías. Dueño de un estilo único, de cierta rebeldía en la personalidad, atrapa a prácticamente toda la familia con recitales en los que no se canta, sino que se leen cuentos. En su esencia está la innovación constante, que plasma en proyectos que pueden involucrar desde la radio hasta el teatro y el cine.
Según sostiene, que resulten exitosos no se lo debe a la suerte, sino al hecho de haber generado una “comunidad”, para la que trabaja con dedicación porque le “divierte”.
Además de haber publicado hasta el momento 17 libros de cuentos, Casciari es reconocido por la creación de la editorial y revista cultural Orsai, financiada por sus lectores. El sistema, de cercanía, sin intermediarios y también de marcada fidelidad del público, se replica en varias de sus propuestas.
“Es poder generar y mantener constantemente activa una comunidad, con podcast, teatro, nutrirla”, considera. “Pero no siempre con cosas que sean de pago. Del enorme grupo que la conforma, hay algunos que pueden ofrecer tiempo, porque no tienen una billetera abultada. Y el que confía mucho tiempo también tiene un gran valor, muchas veces me corrigen cosas, sin que necesariamente lo pida”, indica.
“Todo eso es un trabajo, que en mi caso me divierte, por eso no me cuesta. Estoy convencido de que cuando la comunicación es forzada, no funciona. El marketing puede durar no más que 10 minutos”, dice. En ese sentido, insiste en el “secreto” de su éxito. “Yo descubrí que lo que me funciona a mí económicamente es divertirme, no es que no hay que pensar en el negocio, pero esa es mi técnica, mi estrategia genuina”, remarca.
Esa forma de ver e interpretar trabajo y estilo de vida, lo llevaron a instaurar una de las particularidades que hoy lo identifican como autor. Desde hace diez años, sus libros se publican sin intermediarios, no hay comercios ni editoriales que no sean la propia. Hasta hace pocos meses, solo se vendía a pedido, por Internet. “Abrimos un local de Orsai (en Villa Urquiza, Capital) que es más un depósito de libros que librería. Necesitábamos un lugar con espacio y salida a la calle pero no tiene esa calidez de una librería tradicional”, describe. “Está bueno el contacto, además voy a firmar los libros”, cuenta.
La lograda cercanía con los lectores en el caso de Casciari puede explicarse también desde las historias que narra en sus cuentos e involucran escenas de la infancia en Mercedes, provincia de Buenos Aires, en donde nació y se crió; y hacen hasta encariñarse con “Chichita” (madre del escritor), o “Chiri” (su amigo Christian Basilis).
Pandemia y streaming: como siempre, de la mano de Internet
A mediados de marzo de 2020, cuando hablar de cuarentena todavía sonaba lejano y los casos de coronavirus se contaban con los dedos de las manos, Casciari decidió suspender las funciones que tenía programadas para abril y mayo, incluyendo la que sería su primera gira por Estados Unidos, y rearmó la presentación en forma de streaming. “Era lo más grande que teníamos por delante, pero pusimos todo el arsenal en algo que creímos que iba a durar cuatro o cinco meses”, recuerda sobre sus presentaciones que se extendieron hasta fin de año.
Algo que con el tiempo se volvió hasta natural en época de pandemia, al principio asomaba con timidez y desconcierto en el mundo del espectáculo. “No fue un manotazo de ahogado en nuestro caso. Suspendimos antes de lo previsto al ver lo que estaba pasando en Europa. Fue lo más lógico y una posibilidad de seguir haciendo el show”, sostiene. “Entendíamos también que el público latino no está acostumbrado a pagar, pero funcionó muy bien”, considera.
Es por eso que en un año que resultó letal para muchas industrias a nivel económico, le trajo buenos resultados. “Paradógicamente para el rubro del entretenimiento y la literatura fue muy bueno. Para otros fue un desastre pero entretenimiento se consumió”, dice. “No siento culpa por eso porque se le da laburo a un montón de gente, como por ejemplo de técnica. La rueda siguió girando y eso siempre es una buena noticia, con cierto halo de milagro”, se sincera.
En cuanto al idioma digital, que se volvió vital durante el año pasado, Casciari lo sabe hablar muy bien. “No creo que tenga que ver con una reinvención, que es una palabra que se usó mucho este tiempo. Yo creo que no reinventé nada, porque mi producción funciona de forma virtual y apuesto desde hace mucho tiempo a eso”, sostiene.
Es que fue de los primeros en abrir y escribir en un blog e incluso a través de ese formato le dio vida a uno de los personajes que lo consagró como autor y le otorgó reconocimiento internacional: Mirta Bertotti, protagonista de su primera novela (Más respeto que soy tu madre) y en la que luego se basó la exitosa obra teatral.
Si algo queda claro es que Casciari no le tiene miedo a las plataformas, ni a encarar desafíos nuevos. “No hay formatos que no me hayan gustado. Pienso que son inofensivos. Lo que no haría es volver a trabajar con cierta gente”, remarca.
Puntualmente, en referencia al teatro, espacio en el que se desempeña habitualmente, afirma que está cómodo. “Nunca sentí nerviosismo, siempre me sentí muy escudado, y con un público muy amistoso, preparado para el fracaso, de ambos lados. Nunca me importó mucho que salga mal”, dice. “Yo puedo hacer de mí mismo, pero no sabría actuar”, agrega.
Bajo esa lógica, coherente con su estilo, este año inició un nuevo proyecto, inédito en su repertorio. Se trata de su debut en la industria cinematográfica, y es de financiamiento colectivo. El objetivo es llevar la novela La Uruguaya, cuyos derechos compró al autor Pedro Mairal, a la pantalla grande. Para eso lanzó 6000 bonos de 100 dólares que quienes quisieran podían adquirir por Internet con el objetivo de costear, como “productores asociados”, el proyecto de 600 mil dólares.